Columna: Psico Digital
Por: Hegel Rivera
Pasante de psicología perteneciente a la Sociedad de Psicólogas y Psicólogos de México. Con un pensamiento que abarca la neuropsicología clínica, la terapia sistémica y la psicología transpersonal. Editor y redactor en neuropsitio.
Se llama ego a esa parte de la mente que intenta dar sentido y coherencia a todos los aprendizajes. Estos se guardan repetidas ocasiones dentro de la psique bajo la función de creencias y es el mismo ego el que las explica e interpreta aunque la persona no haya profundizado y concientizado dicha creencia sobre fuentes de información confiables. Conceptos como caja de creencias y zona de confort son ejemplos prácticos para crear un entendimiento del ego en la imaginación y ocupar a la unidad completa de la mente, paso indispensable cuando alguien está listo para criticar las creencias propias. Con ello es más factible tolerar las ideas distintas a las que representa la caja de creencias de cada uno.
El verbo en francés apprendre puede ser utilizado para poner en palabras tanto a la acción de recibir conocimiento de alguna persona, como la de transmitir conocimiento a otro individuo. No es necesario ser un gran maestro para saber que enseñando también se aprende. Mas la interminable lucha entre progreso y conservación ha llegado al momento en el que cualquier individuo que se atreva a enseñar debe estar preparado para la réplica. Quien se atreva a cuestionar debe estar más que dispuesto a ser cuestionado.
Identificar a personas que enseñan y no aprenden es difícil, incluso novedoso, especialmente en la era digital. El autoaprendizaje viene a ser una necesidad y el profesor queda relegado a su función original porque ya no se dedica a enseñar solitariamente el tema completo mientras los alumnos se mantienen en una postura pasiva de la información, sino que el profesor llega a clase para aclarar dudas sobre los conocimientos que cada alumno adquirió. En el punto de quiebre, donde el maestro ya no soporta tantos nuevos aprendizajes (debido a tanta experiencia adquirida bajo un sistema distinto), los alumnos se quedan con muy pocos maestros, cuya habilidad más importante es la resiliencia, habilidad altamente relacionada con la plasticidad cerebral.
Lo preocupante llega cuando la necesidad de que una persona limite a la otra, rebasa lo ideológico alcanzando el nivel de agresión física. Apenas han pasado unas décadas desde que el objetivo de la enseñanza era memorizar a través del castigo y la premiación; más con castigos que con premios. El orgullo sucumbió incontables veces ante el ego y así ha percibido la realidad de una manera cada vez más próxima a la verdad. A medida que el orgullo disminuye en el ego, los límites de la imaginación se amplían de forma inversamente proporcional.
El comportamiento de un ser humano solo puede ser entendido dentro de un contexto cultural. Incluso las personas asociadas con un nivel espiritual muy avanzado, cuyo estereotipo es el de alguien viviendo fuera de la sociedad, solo pueden explicar sus acciones solitarias al entender su lugar en la sociedad. Apenas un par de siglos atrás, se trataba a los llamados “desquiciados mentales” inclusive peor que a un esclavo, por lo que se trataba de desvincular por completo lo social de lo anormal.
Parte de ese problema queda marcado en el ego cuando una persona tiende a ser superior intelectualmente, negando en cada instante estar equivocado. Afortunadamente cada vez existe más consciencia sobre la postura activa tanto del maestro como del aprendiz para un mayor desarrollo intelectual de ambos. De hecho el profesor aprende más de lo que enseña, pues enseña lo mismo a todos y recibe de cada individuo en el grupo una interpretación distinta de lo que explico.
Si un alumno no le enseña al profesor su punto de vista, se debe a desinterés; sin importar si es por el tema, la materia, el profesor o algún otro elemento de su contexto. Existe incomodidad porque uno no está satisfecho con lo que le rodea, y el cambio (de lugar en el salón, escuela, técnica de aprendizaje) es el comienzo para reorganizar en la sociedad a esa incomodidad escolar que casi siempre es mal canalizada y termina con la expulsión de un alumno a quien solo le faltó la atención adecuada.
Para disminuir esos fenómenos sociales tanto el que enseña como el que aprende, deben admitir que tuvieron un error. Cuando eso sucede el papel de maestro y aprendiz pasa a una jerarquía inferior, al fin y al cabo ambos aprenden. Ese aprendizaje mutuo y estrecho es la clave para ubicar nuestra posición ideal en la sociedad. Tal vez tenemos un trabajo cómodo que limita nuestras capacidades. Rebasar el límite y superar las expectativas es lo que necesitamos para conocer la actividad con la cual aprendemos, sin importar que enseñemos.
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